Una vez visitada la zona de la Sagrada Familia, la idea era bajar al centro de la ciudad, decidimos aprovechar el trayecto para ver de pasada los edificios más destacables que el modernismo dejó a lo largo del Passeig de Gràcia. Cogimos un taxi y le pedimos que nos llevará primero a ver la Casa Milà, popularmente llamada La Pedrera (pedrera en catalán significa cantera), es una obra de Antoni Gaudí que se construyó entre 1906 y 1910 por encargo del matrimonio Roser Segimon y Pere Milà. La fachada está realizada de piedra natural, excepto la parte superior que está recubierta de azulejos blancos que, combinados con la piedra, dan el aspecto de una montaña nevada. Llaman la atención los balcones de hierro forjado que parecen plantas trepadoras. En la azotea se encuentran grandes salidas de escalera y chimeneas enormes con la apariencia de cabezas de guerreros protegidos por yelmos, que desgraciadamente, desde el taxi, a penas pudimos apreciar. En el año 1984 la UNESCO la declaró Patrimonio de la Humanidad (el Hospital de Sant Pau también forma parte de ese Patrimonio desde 1997).
Accedimos a la Casa Milà por la calle Provença y allí giramos para bajar por el Passeig de Gràcia. Este paseo es una de las vías más importantes de la ciudad, tanto a nivel de tráfico como de comercio.
El origen del Passeig de Gràcia fue el antiguo camino que unía la antigua ciudad de Barcelona con la villa de Gràcia (actualmente un barrio de la ciudad). En el año 1827 este camino se convirtió en un amplio paseo con árboles en el que, a diferencia de hoy, la parte central estaba destinada a los paseantes (como la Rambla de Catalunya y Las Ramblas). En 1853 se iluminó con farolas de gas y en las orillas del paseo se plantaron unos jardines que se llamaron Tivolí (actualmente se conserva ese nombre en un teatro del Carrer Caspe). A finales del siglo XIX y comienzos del XX se convirtió en el centro residencial de la burguesía catalana más acaudalada y prácticamente ningún edificio tenía tiendas en su planta baja, pero a partir de 1925 se realizaron reformas para poder instalar comercios en ellas. Actualmente a lo largo de todo el paseo se encuentran algunos de los comercios de más renombre internacional así como restaurantes, cafeterias, cines, etc.
A lo largo de todo el paseo se encuentran edificios de diferentes estilos arquitectónicos, sobre todo en el tramo entre las calles Aragó y Consell de Cent, donde está ubicada la llamada popularmente manzana de la discordia por la variedad de estilos que presentan cada una de las casas, entre las que destacan la Casa Batlló, de Antoni Gaudí; la Casa Amatller, de Puig i Cadafalch, y la casa Lleó Morera, de Domènech i Montaner. Un conjunto de más de treinta bancos y farolas de diseño muy original, construidos en 1906 por el arquitecto Pere Falquès (a él se deben también las farolas de la Avenida Gaudí), acaban de dar al paseo su apariencia especial.
La Casa Batlló (1904-1906), de estilo modernista, se aparta, al igual que todas las construcciones de Gaudí, de los cánones tradicionales, en este caso se trataba de llevar la reforma de un edificio ya existente, que permitió al arquitecto realizar una de sus más bellas y coloridas obras. La fachada es de suaves formas onduladas y está decorada con fragmentos de cerámica y vidrio multicolores que le dan un aspecto iridiscente. Los balcones son uno de los detalles que más destacan, se dice que el arquitecto quiso representar en ellos calaveras (yo prefiero pensar como siempre lo he hecho que son antifaces), en realidad todo el edificio parece estar inspirado en un osario (las columnas estilizadas de los ventanales inferiores serían enormes tibias, el pasamanos de la escalera principal está formado por unas piezas en madera de roble en forma de vértebras…). El vértice del tejado es curvo y semeja un gigantesco pez y contiene en su interior los depósitos de agua del edificio, aunque a nivel popular se ha asociado más al dragón de la leyenda de Sant Jordi. La fachada está coronada por una magnífica chimenea colocada de forma asimétrica y decorada también con cerámicas de diferentes colores. La Casa Batlló forma parte desde el año 2005 del Patrimonio de la Humanidad.
La Casa Amatller presenta una mezcla de estilos arquitectónicos que van desde el neogótico catalán de las ventanas, un cierto aire flamenco visible sobre todo en el frontón triangular de la parte superior de la fachada (se asemeja a los edificios del siglo XVIII que bordean los canales de Ámsterdam) pasando por detalles que recuerdan las casas moras como son las celosías de madera verde de las ventanas, que permiten mirar a la calle sin ser visto. Toda esta variedad de elementos de diferentes estilos presenta, sin embargo, una unidad de estilo en su conjunto muy armoniosa. En la fachada se entremezclan los detalles realizados en diferentes artes decorativas: esgrafiado, forja de hierro, cerámica y escultura en piedra y madera, todos ellos de gran belleza y refinamiento. Como en el caso anterior, se trata de la reforma de un edificio ya existente que fue encomendada a Puig i Cadafalch por Antoni Amatller, un adinerado fabricante de chocolate (en los bajos del edificio se pueden degustar los chocolates fabricados por los actuales propietarios de la marca Amatller),
La Casa Lleó Morera, realizada en 1902, el nombre del edificio no hace referencia como en otros casos al nombre de sus propietarios, “lleons” (leones) y “moreres (moreras) tiene su origen en los símbolos decorativos de los escudos que medievales que Doménech y Montaner quiso reflejar en su obra. La fachada y el interior expresan la sensibilidad de aquel entonces y recuerda, muchas veces, la atmósfera wagneriana (hay que tener en cuenta que Richard Wargner era el músico de moda entre los burgueses catalanes de la época), en ella se pueden encontrar desde arcos medievales a hadas legendarias pasando por bustos y representaciones femeninas. Como los casos anteriores, no es un edificio de nueva construcción si no que es el resultado de la rehabilitación de la Casa Rocamora (1874). Durante mucho tiempo, esta casa permaneció en el olvido, sufriendo varias agresiones, sobre todo durante la guerra civil que destruyeron unas extraoardinarias esculturas que había en la planta baja de las cuales sólo se conservó alguna (hay una en el actual Museo Dalí de Figueres).
El recorrido turístico en taxi terminó en la confluencia del Paseo con la Plaça Catalunya, durante el mismo, el taxista, haciéndose eco del entusiasmo que mostrábamos las pasajeras, colaboró en que pudiéramos tener una visión lo más amplia posible de los diferentes edificios por los que íbamos pasando. Todo un detalle por su parte. En Barcelona se dice que hay “taxistas” y “taxisteros”; a nosotras, afortunadamente, nos tocó uno de los primeros.
Accedimos a la Casa Milà por la calle Provença y allí giramos para bajar por el Passeig de Gràcia. Este paseo es una de las vías más importantes de la ciudad, tanto a nivel de tráfico como de comercio.
El origen del Passeig de Gràcia fue el antiguo camino que unía la antigua ciudad de Barcelona con la villa de Gràcia (actualmente un barrio de la ciudad). En el año 1827 este camino se convirtió en un amplio paseo con árboles en el que, a diferencia de hoy, la parte central estaba destinada a los paseantes (como la Rambla de Catalunya y Las Ramblas). En 1853 se iluminó con farolas de gas y en las orillas del paseo se plantaron unos jardines que se llamaron Tivolí (actualmente se conserva ese nombre en un teatro del Carrer Caspe). A finales del siglo XIX y comienzos del XX se convirtió en el centro residencial de la burguesía catalana más acaudalada y prácticamente ningún edificio tenía tiendas en su planta baja, pero a partir de 1925 se realizaron reformas para poder instalar comercios en ellas. Actualmente a lo largo de todo el paseo se encuentran algunos de los comercios de más renombre internacional así como restaurantes, cafeterias, cines, etc.
A lo largo de todo el paseo se encuentran edificios de diferentes estilos arquitectónicos, sobre todo en el tramo entre las calles Aragó y Consell de Cent, donde está ubicada la llamada popularmente manzana de la discordia por la variedad de estilos que presentan cada una de las casas, entre las que destacan la Casa Batlló, de Antoni Gaudí; la Casa Amatller, de Puig i Cadafalch, y la casa Lleó Morera, de Domènech i Montaner. Un conjunto de más de treinta bancos y farolas de diseño muy original, construidos en 1906 por el arquitecto Pere Falquès (a él se deben también las farolas de la Avenida Gaudí), acaban de dar al paseo su apariencia especial.
La Casa Batlló (1904-1906), de estilo modernista, se aparta, al igual que todas las construcciones de Gaudí, de los cánones tradicionales, en este caso se trataba de llevar la reforma de un edificio ya existente, que permitió al arquitecto realizar una de sus más bellas y coloridas obras. La fachada es de suaves formas onduladas y está decorada con fragmentos de cerámica y vidrio multicolores que le dan un aspecto iridiscente. Los balcones son uno de los detalles que más destacan, se dice que el arquitecto quiso representar en ellos calaveras (yo prefiero pensar como siempre lo he hecho que son antifaces), en realidad todo el edificio parece estar inspirado en un osario (las columnas estilizadas de los ventanales inferiores serían enormes tibias, el pasamanos de la escalera principal está formado por unas piezas en madera de roble en forma de vértebras…). El vértice del tejado es curvo y semeja un gigantesco pez y contiene en su interior los depósitos de agua del edificio, aunque a nivel popular se ha asociado más al dragón de la leyenda de Sant Jordi. La fachada está coronada por una magnífica chimenea colocada de forma asimétrica y decorada también con cerámicas de diferentes colores. La Casa Batlló forma parte desde el año 2005 del Patrimonio de la Humanidad.
La Casa Amatller presenta una mezcla de estilos arquitectónicos que van desde el neogótico catalán de las ventanas, un cierto aire flamenco visible sobre todo en el frontón triangular de la parte superior de la fachada (se asemeja a los edificios del siglo XVIII que bordean los canales de Ámsterdam) pasando por detalles que recuerdan las casas moras como son las celosías de madera verde de las ventanas, que permiten mirar a la calle sin ser visto. Toda esta variedad de elementos de diferentes estilos presenta, sin embargo, una unidad de estilo en su conjunto muy armoniosa. En la fachada se entremezclan los detalles realizados en diferentes artes decorativas: esgrafiado, forja de hierro, cerámica y escultura en piedra y madera, todos ellos de gran belleza y refinamiento. Como en el caso anterior, se trata de la reforma de un edificio ya existente que fue encomendada a Puig i Cadafalch por Antoni Amatller, un adinerado fabricante de chocolate (en los bajos del edificio se pueden degustar los chocolates fabricados por los actuales propietarios de la marca Amatller),
La Casa Lleó Morera, realizada en 1902, el nombre del edificio no hace referencia como en otros casos al nombre de sus propietarios, “lleons” (leones) y “moreres (moreras) tiene su origen en los símbolos decorativos de los escudos que medievales que Doménech y Montaner quiso reflejar en su obra. La fachada y el interior expresan la sensibilidad de aquel entonces y recuerda, muchas veces, la atmósfera wagneriana (hay que tener en cuenta que Richard Wargner era el músico de moda entre los burgueses catalanes de la época), en ella se pueden encontrar desde arcos medievales a hadas legendarias pasando por bustos y representaciones femeninas. Como los casos anteriores, no es un edificio de nueva construcción si no que es el resultado de la rehabilitación de la Casa Rocamora (1874). Durante mucho tiempo, esta casa permaneció en el olvido, sufriendo varias agresiones, sobre todo durante la guerra civil que destruyeron unas extraoardinarias esculturas que había en la planta baja de las cuales sólo se conservó alguna (hay una en el actual Museo Dalí de Figueres).
El recorrido turístico en taxi terminó en la confluencia del Paseo con la Plaça Catalunya, durante el mismo, el taxista, haciéndose eco del entusiasmo que mostrábamos las pasajeras, colaboró en que pudiéramos tener una visión lo más amplia posible de los diferentes edificios por los que íbamos pasando. Todo un detalle por su parte. En Barcelona se dice que hay “taxistas” y “taxisteros”; a nosotras, afortunadamente, nos tocó uno de los primeros.
5 comentarios:
Como te gusta tu ciudad, se nota a la legua.
La descripcion es tan fenomenal que no he cerrado los ojos para poder leerla, pero si los hubiera cerrado, es tan real, es como si hubiera ido con vosotras en ese taxi.
Mis mas sonoros aplausos y felicitaciones a la gran Cicerone de Barcelona.
Un Besazo por el viaje tan agradable a traves de tu bonita ciudad.
Los dientes ya no me caben...
Berni,
Tienes razón, soy una enamorada de mi ciudad aunque, ya lo he dicho muchas veces, hay momentos en los que me desespera y quisiera salir corriendo de ella.
Tus comentarios siempre me animan a seguir escribiendo. Te iba a dar las gracias, pero como sé que no te gusta, prefiero dejarte un beso.
Alvar,
pues acabamos de empezar...
El taxista era majo, majo, y disfrutó tanto como las pasajeras, ejjee
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