"No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando. Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo. " (Oscar Wilde)



viernes, 25 de enero de 2008

Dejadme la esperanza



Hay días en los que por más que quiera no puedo reír, en los que la soledad se hace mucho más opresiva y el hastío parece que no deja lugar a la esperanza. En estos momentos la sonrisa, esa sonrisa que llevo siempre como bandera, se vuelve del revés, como azotada por vientos tempestuosos, y una lluvia de lágrimas moja mi rostro.

Y no hay razón para ese desconsuelo, nada es diferente de lo que era ayer o anteayer… si acaso, que los demonios que se pasean por mi mente se han despertado sin saber cómo ni porqué, que una mano invisible ha abierto sin querer la caja de Pandora donde estaban encerrados y se pasean libremente entre las circunvalaciones de mi cerebro sin dejar que las ideas positivas que normalmente me acompañan sirvan de exorcismo contra ellos.

En estos momentos, ni siquiera garabatear hormigas en un folio en blanco sirve de terapia… sólo deseo encerrarme a cal y canto en mi habitación, esconder la cabeza debajo de la almohada y dejar que el odio se amortigüe detrás de la ventana, a la espera de que llegue el tranvía que va al Barrio de la Alegría.

No me deis consuelo, no me digáis nada, pero… por favor… ¡¡¡dejadme la esperanza!!!

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruidosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.
Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.

(Miguel Hernández)

lunes, 21 de enero de 2008

I don't like Monday





Esta mañana he encontrado en el buzón de correo esta canción; alguien, que no sabe (pero sospecha) que no me gustan los lunes, ha querido desearme un buen día enviándomela. Todo un detalle por su parte, porque, a pesar de la historia que encierra la letra, es una de esas canciones que te llena de energía para empezar la semana con ánimos.

La canción, que tiene ya unos cuantos añitos, fue compuesta por Bob Geldof tras un suceso trágico protagonizado por la jovencita Brenda Spencer un lunes por la mañana de enero de 1979. Ese día, la adolescente en cuestión se asomó a la ventana de su casa de San Diego, California, desde la que se veía el colegio al que asistía habitualmente, cogió un rifle que le habían regalado hacia poco (vaya cosas de regalar a una adolescente…) y se lió a tiros contra todo bicho viviente que se puso en su camino, llevándose por delante al director de colegio y a otro adulto y dejando heridos a varios de sus compañeros. Cuando se le preguntó porqué lo había hecho, la muchachita contestó que había sido porque no le gustaban los lunes…

Por otro lado, ayer por la mañana, mientras hacía un alto en mi paseo mañanero, sentada en un banco de la ciudad, y leía el dominical del periódico, me llamo la atención un artículo sobre la ira (ese “sutil veneno que se oculta como tímida damisela en el interior de nuestro corazón”) y, al leer la historia que acabo de explicar lo he recordado automáticamente y no he podido dejar de pensar que para que una jovencita de 16 años se líe a tiros como lo hizo Brenda “I don´t like Monday” Spencer tiene que haber una dosis enorme de ira dentro de su corazón, una cantidad tan grande como para dejar de ser una “tímida damisela” y convertirse en un monstruo exterminador.

De manera racional he decidido hace tiempo desterrar la ira, y la violencia que lleva asociada, de mi vida; estoy de acuerdo con el artículo mencionado en que podemos alimentarla para que crezca, o bien, ir eliminándola poco a poco, pero… no siempre se consigue y muchas veces, cuando menos la necesito, me despisto y la ira vuelve a manifestarse, contra mí misma y/o contra los demás, y pienso que la línea que separa su presencia es demasiado tenue, casi imperceptible. Es más, muchos lunes por la mañana, siento que tengo instintos asesinos… ¡qué nadie me regale un rifle, por favor!


sábado, 19 de enero de 2008

Nos hacemos viejos, hermano...


“…de lejos se la toma por una institución, pero es la gente joven la que súbitamente descubre que es vieja. Un día me dije: “¡Tengo cuarenta años!”. Cuando desperté de esta perplejidad tenía cincuenta. El estupor que entonces se adueñó de mí todavía no se ha disipado…”

Simone de Beauvoir, “La fuerza de las cosas”

Ayer estuve charlando con mi hermano, el tema de conversación eran nuestros padres y, más concretamente, la vejez de nuestros padres. El tiempo ha pasado inexorablemente, ellos han llegado ya a ese punto en que necesitan de unos cuidados diferentes a los que requerían hasta ahora y hay que tomar decisiones para intentar conseguir que puedan vivir esta etapa de sus vidas en las mejores condiciones posibles.

De un tiempo a esta parte, observé después, el tema de conversación con las personas con las me relaciono en mi vida cotidiana gira en torno a lo mismo. Muchas de esas personas tienen más o menos mi edad y nos encontramos en situaciones semejantes con respecto a nuestros mayores, lo cual no deja de ser una suerte porque significa que no los hemos perdido por el camino… Algunos, además, hemos convivido a lo largo de nuestra vida con otros viejos que ya nos dejaron, nuestros abuelos, pero por entonces nos sentíamos demasiado jóvenes y estábamos exentos de responsabilidades sobre su bienestar como para prestar una atención excesiva a lo que la vejez pudiera representar.

Ahora, al contemplar el envejecimiento de mis padres y de los padres de mis amigos, no puedo dejar de pensar en cómo fueron los últimos tiempos de mis abuelos, cuando el deterioro físico y mental era ya muy acusado. Intento hacerme a la idea de qué era lo que en esos momentos corría por su mente, qué pensaban entonces de la vida, si seguían teniendo sueños… y me resulta imposible poder ponerme en su lugar.

Mientras hablaba con mi hermano, además, al mirarle a la cara, veía a un hombre maduro, con signos evidentes en el rostro del paso del tiempo y, de esa manera, fui consciente de mi propio avance hacia la vejez. Porque, a pesar de mirarme cada día en el espejo y ver como lentamente los signos de la vejez van transformando mi cara, a pesar de que mi cuerpo ya no responde como lo hacía en determinados momentos, mi mente sigue teniendo sueños, ilusiones y esperanzas y no me hago a la idea de que camino irremediablemente hacia esa última fase de la vida ya que me siento mucho más joven de lo que en realidad soy.

Hay sueños irrealizables, “sueños-sueños”, que, por más que intentemos, la posibilidad de que puedan llevarse a cabo es muy remota. Hay otros sueños, en cambio, “sueños-posibles”, que los tenemos al alcance de la mano, que si estiramos un poco el brazo parece que podemos rozarlos con la punta de los dedos, y que siguen siendo sueños porque, por las razones que sean, no nos atrevemos o no sabemos convertirlos en realidades. Y me pregunto si permitir que esos sueños accesibles no se cumplan, no será también una manera de envejecer más pronto…


LA VEJEZ

(Letra y música: Alberto Cortez)


Me llegará lentamente

Y me hallará distraído

Probablemente dormido

Sobre un colchón de laureles.

Se instalará en el espejo,

Inevitable y serena

Y empezará su faena

Por los primeros bosquejos.

Con unas hebras de plata

Me pintará los cabellos

Y alguna línea en el cuello

Que tapará la corbata.

Aumentará mi codicia,

Mis mañas y mis antojos

Y me dará un par de anteojos

Para sufrir las noticias.

La vejez…

Está a la vuelta de cualquier esquina,

Allí, donde uno menos se imagina,

Se nos presenta por primera vez.

La vejez…

Es la más dura de las dictaduras,

La grave ceremonia de clausura

De lo que fue la juventud alguna vez.

Con admirable destreza,

Como el mejor artesano

Le irá quitando a mis manos

Toda su antigua firmeza

Y asesorando al galena,

Me hará prohibir el cigarro

Porque dirán que el catarro

Viene ganando terreno.

Me intentará un par de excusas

Para amenguar la impotencia,

“que vale más la experiencia

Que pretensiones ilusas”,

Me llegará la bufanda,

Las zapatillas de paño

Y el reuma que año tras año

Aumentará su demanda.

La vejez…

Es la antesala de lo inevitable,

El último camino transitable

Ante la duda… ¿qué vendrá después?...

La vejez…

Es todo el equipaje de mi vida,

Dispuesto ante la puerta de salida

Por la que no se puede ya volver.

A lo mejor más que viejo,

Seré un anciano honorable,

Tranquilo y lo más probable,

Gran decidor de consejos,

O a lo peor, por celosa,

Me apartará de la gente

Y cortará lentamente

Mis pobres últimas rosas.

La vejez…

Está a la vuelta de cualquier esquina,

Allí, donde uno menos se imagina,

Se nos presenta por primera vez.

La vejez…

Es la más dura de las dictaduras,

La grave ceremonia de clausura

De lo que fue la juventud alguna vez.



miércoles, 16 de enero de 2008

Querer o amar. Incomprendid@s.com (III)


El castellano es un idioma muy rico, con multitud de matices, con palabras diferentes para designar conceptos semejantes. Así, tenemos dos vocablos, “querer” y “amar”, que en otras lenguas no se diferencian, en inglés, por ejemplo, sólo existe “to love”; en catalán, “estimar”. ¿Por qué existe está diferenciación en castellano? ¿Estamos hablando realmente de cosas heterogéneas o, por el contrario, son sinónimos?...

Si recurrimos al diccionario de la R.A.E. nos encontramos que la palabra querer tiene diversas acepciones, mientras que para amar los significados son más escasos:

Querer
(Del lat. quaerĕre, tratar de obtener).
1. tr. Desear o apetecer.
2. tr. Amar, tener cariño, voluntad o inclinación a alguien o algo.
3. tr. Tener voluntad o determinación de ejecutar algo.
4. tr. Resolver, determinar.
5. tr. Pretender, intentar o procurar.
6. tr. Dicho de una cosa: Ser conveniente a otra.
7. tr. Dicho de una persona: Conformarse o avenirse al intento o deseo de otra.
8. tr. En el juego, aceptar el envite.
9. tr. Dicho de una persona: Dar ocasión, con lo que hace o dice, para que se ejecute algo contra ella. Este quiere que le rompamos la cabeza.
10. tr. Estar próximo a ser o verificarse algo.

Amar
(Del lat. amāre).
1. tr. Tener amor a alguien o algo.
2. tr. desus. desear.

Y, puesto que amar nos remite a amor… vamos a complicarlo un poquito más…

Amor
(Del lat. amor, -ōris).
1. m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
2. m. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.
3. m. Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.
4. m. Tendencia a la unión sexual.
5. m. Blandura, suavidad. Cuidar el jardín con amor
6. m. Persona amada. U. t. en pl. con el mismo significado que en sing. Para llevarle un don a sus amores
7. m. Esmero con que se trabaja una obra deleitándose en ella.
8. m. p. us. Apetito sexual de los animales.
9. m. ant. Voluntad, consentimiento.
10. m. ant. Convenio o ajuste.
11. m. pl. Relaciones amorosas.
12. m. Objeto de cariño especial para alguien.
13. m. Expresiones de amor, caricias, requiebros.
14. m. cadillo (planta umbelífera).

Analizando cada uno de estos significados, he llegado a la conclusión de que en el propio diccionario existe una confusión muy grande entre ambas palabras ya que hacen referencia a sentimientos y deseos tanto espirituales como terrenales.

Sin embargo, si observamos la etimología de las palabras, vemos que hay una diferenciación muy grande, querer procede “quearerer” que significa “desear obtener”, con lo cual parece indicar que el querer es un sentimiento posesivo. Quizá sea en este punto donde radica la diferencia que generalmente se le suele dar al “amar” frente al “querer” ya que son muchas las personas que pensamos, porque yo me incluyo en ese grupo, que “amar” es algo mucho más profundo y elevado que “querer” y que “amar” representa un sentimiento especial hacia una persona determinada, un sentimiento único y exclusivo que antepone los deseos de felicidad del otro antes que los particulares y que se mantiene independientemente de la convivencia. Ayer le comentaba a alguien que amar es querer con pasión, haciendo referencia sobre todo a la pasión erótica, pero luego me di cuenta que no es sólo eso, que, por lo menos para mí, es mucho más.

A lo largo de mi vida han podido ser muchas las veces que he dicho “te quiero” -a mis amigos, a mi familia, a mi pareja-, pero el “te amo” ha salido de mi boca en muy contadas ocasiones ya que han sido muy pocas las personas que me han inspirado un sentimiento tan especial como para llegar a pronunciarlo. Porque, en general, decir “te quiero” es algo común que se suele decir sin demasiados prejuicios, el “te amo”, en cambio, es mucho menos frecuente y no todo el mundo llega a pronunciarlo habitual u ocasionalmente. La razón puede estar en que el “te amo” esté obsoleto, que sea una expresión pasada de moda, ñoña y cursi, algo más propio de poesías y películas románticas que de la vida real y cotidiana, pero también pienso si ese desuso no estará relacionado con la falta de un sentimiento intenso o con la falta de desear aceptar compromisos a la que tendemos cada vez con mayor frecuencia. Hoy en día en que buscamos “amistades con derecho roce” (cuando, para mí al menos, la amistad es justamente una relación sin interés sexual), en que tenemos “un/a amig@ especial” y no un/a “novi@” o una “pareja”, etc., etc. ¿quién es el/la guap@ que se atreve a decir “te amo”?

Resumiendo, mucho me temo que la diferenciación entre “querer” y “amar” es algo totalmente subjetivo y cada persona tiene sus propios puntos de vista al respecto, independientemente de la semántica, de la filosofía o, incluso, de los sentimientos. Por lo tanto, es casi imposible llegar a comprenderse si no se establece de antemano cual es el significado para cada uno de los miembros de la pareja de un “te quiero” o de un “te amo”… Como siempre, cuando se trata de comprensión y entendimiento, es preciso basarse en el diálogo para llegar a un acuerdo…





(El que sí que parece que lo tiene claro es el cantante mexicano José José)

El Amar y el Querer - José José


Casi todos sabemos querer
pero pocos sabemos amar,
es que amar y querer no es igual,
amar es sufrir, querer es gozar.

El que ama pretende seguir,
el que ama su vida la da,
y el que quiere pretende vivir
y nunca sufrir y nunca sufrir.

El que ama no puede pensar
todo lo da todo lo da,
el que quiere pretende olvidar
y nunca llorar y nunca llorar.

El querer pronto puede acabar,
el amor no conoce el final,
es que todos sabemos querer
pero pocos sabemos amar.

El amar es el cielo y la luz,
el amar es total plenitud,
es el mar que no tiene final
es la gloria y la paz, es la gloria y la paz.

El querer es la carne y la flor
es buscar el obscuro rincon,
es morder arañar y besar
es deseo fugaz, es deseo fugaz.

El que ama no puede pensar
todo lo da todo lo da,
el que quiere pretende olvidar
y nunca llorar y nunca llorar.

El amor no conoce el final,
es que todos sabemos querer
pero pocos sabemos amar.

jueves, 10 de enero de 2008

No puedo


Hace ya algún tiempo que leí el libro “Cuentos para pensar”, de Jorge Bucay, el otro día, por casualidad, volvió a caerme en las manos y al hojearlo volví a recordar uno de los cuentos que más me impresionó en su momento, en él se habla de cadenas, de esas cadenas invisibles que muchas veces nos impiden actuar con libertad y, que si lo intentamos, vemos que no son tan fuertes como creíamos. Me ha venido bien recordar ahora esta lección, la dejo aquí por si a alguien más le puede resultar provechosa.

-No puedo -le dije- ¡NO PUEDO!
-¿Seguro? -me preguntó el gordo.
-Sí, nada me gustaría más que poder sentarme frente a ella y decirle lo que siento... pero sé que no puedo.

El gordo se sentó a lo Buda en esos horribles sillones azules de consultorio, se sonrió, me miró a los ojos y bajando la voz (cosa que hacía cada vez que quería ser escuchado atentamente), me dijo:

-¿Me permites que te cuente algo?

Y mi silencio fue suficiente respuesta. Jorge empezó a contar:

-Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante.

Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de peso, tamaño y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.

El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye?

Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a alguna tía por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia:
-Si está amaestrado ¿por qué lo encadenan?
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.

Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.

Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo.

La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía...

Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE.

Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer.

Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...

Y así es, Demián. Todos somos un poco como ese elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad.

Vivimos creyendo que un montón de cosas "no podemos" simplemente porque alguna vez, antes, cuando éramos chiquitos, alguna vez, probamos y no pudimos..

Hicimos, entonces, lo del elefante: grabamos en nuestro recuerdo: NO PUEDO... NO PUEDO Y NUNCA PODRÉ. Hemos crecido portando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y nunca más lo volvimos a intentar. Cuando mucho, de vez en cuando sentimos los grilletes, hacemos sonar las cadenas o miramos de reojo la estaca y confirmamos el estigma: ¡NO PUEDO Y NUNCA PODRÉ!

Jorge hizo una larga pausa; luego se acercó, se sentó en el suelo frente a mí y siguió:

-Esto es lo que te pasa, Demián, vives condicionado por el recuerdo de que otro Demián, que ya no es, no pudo.

Tu única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón... TODO TU CORAZÓN.




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sábado, 5 de enero de 2008

Mi pedido de este año (u Oración del amor egoista)



Desde que soy consciente de tener un “daimonium” hago algunas cosas un poco raras, este año, en vez de pedir mis deseos a los Reyes Magos, o Majos, pues no… que NuN se ha empeñado que les escriba una carta a los dioses y como no sé que cosas pueden conceder esos señores -tampoco sé si debo llamarles así- pues nada, que les he pedido lo que a continuación veréis, a ver si me hacen caso…

De cualquier forma, a vosotr@s si que deseo que os dejen muchos regalos los Reyes y, sobre todo, mucha, mucha felicidad.

ORACIÓN DEL AMOR EGOÍSTA

Oh, dioses eternos que habitáis desde el principio de los tiempos en el infinito universo,
a vosotros me dirijo, en mi plácida soledad, para rogaros me colméis con vuestros dones.

Que mi mente sea clara para despejar las dudas producidas por el miedo y la angustia.

Que mis ojos no nublen la imagen de lo que sólo es visible para el corazón.

Que de mi boca salgan palabras veraces que no engañen a mis oídos.

Que mi pecho albergue el perdón y no la rabia ni el rencor hacía mí misma.

Que mis brazos estén abiertos a todas las experiencias que me puedan enriquecer.

Que mis manos sean suaves para calmar los dolores que la decepción me depare.

Que mis entrañas no se cierren ante el temor a lo desconocido.

Que mis piernas no tengan que sufrir la sobrecarga inútil de viejos fardos.

Que mis pies no vacilen a la hora de dirigirse a defender mis ideales.

Que mi corazón no se endurezca a pesar de las heridas que pueda recibir.

Y cuando se cumplan todos estos deseos propiciad nuestro encuentro
ya que, sólo entonces, estaré preparada para entregarme a él y darle mi amor.

Amén.


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viernes, 4 de enero de 2008

Un poema y una canción


Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.

Como el mar de la playa a las arenas,
voy en este naufragio de vaivenes,
por una noche oscura de sartenes
redondas, pobres, tristes y morenas.

Nadie me salvará de este naufragio
si no es tu amor, la tabla que procuro,
si no es tu voz, el norte que pretendo.

Eludiendo por eso el mal presagio
de que ni en ti siquiera habré seguro,
voy entre pena y pena sonriendo.

Miguel Hernández





Deja de llorar, Medina Azahara




www.quedeletras.com


Para alguien muy, muy especial.





miércoles, 2 de enero de 2008

Elecciones primarias


Como algun@ ya sabéis, soy una lectora incondicional de Eduardo Mendoza y no podré ser objetiva a la hora de comentar su novela: “Mauricio y las elecciones primarias”, a pesar de ello, dado que adquirí el compromiso de dar mi punto de vista sobre la citada novela, aquí estoy…

“Según los teólogos, los ángeles no son eternos. Sólo Dios es eterno, y Él creó a los ángeles en un momento de eternidad, anterior a la existencia del tiempo. En consecuencia, y aunque de hecho los ángeles son inmortales, nada garantiza que hayan de existir eternamente, salvo la voluntad de Dios. En cualquier momento Dios podría eliminar a uno, o a varios, o a todos, con causa o sin ella. Los teólogos afirman que la cosa es improbable y que no ha ocurrido nunca. Sólo una leyenda poco fiable, seguramente derivada de un error de traducción, refiere el caso de Rahab. Rahab era el ángel tutelar de Egipto cuando el pueblo judío, guiado por Moisés, emprendió el éxodo hacia la Tierra Prometida. Aun sabiendo que Jehová estaba al lado de Moisés y del pueblo elegido y que, por consiguiente, llevaba todas las de perder, Rahab se negó a abandonar a quienes habían sido confiados a su protección, y en el desastroso episodio del Mar Rojo, pereció en el ejército del Faraón.”

******

Eduardo Mendoza es un escritor de múltiples registros y en esta novela vuelve a demostrarlo una vez más. Estamos ante una novela totalmente diferente a otras del autor y quien la lea esperando encontrar un Eduardo Mendoza predeterminado, corre el riesgo de llevarse una decepción puesto que esta historia no es comparable a ninguna de las que hasta ahora ha publicado.
Aunque el título de la novela y las primeras páginas de la misma (dato curioso, a lo largo de sus casi 400 páginas, la novela se estructura en un único capítulo dividido en diferentes apartados) sugieren que el argumento girará en torno a unas elecciones políticas, la realidad es bien diferente y las elecciones primarias a las que hace mención son esas pequeñas elecciones que cualquiera realiza en cualquier momento de su vida, elecciones básicas que la mayoría de las veces se toman sin plena consciencia de su repercusión.
Los protagonistas: Mauricio, un joven indeciso y sin carácter, pero con ideales y ganas de vivir (curiosa su ocupación, dentista, contrapunto entre la falta de “glamour” de la profesión y los elevados ingresos que genera, que me disculpen los dentistas si hay alguno por aquí…); Clotilde que acaba de licenciarse en derecho y anda de becaria en el bufete de un abogado turbio que hace que todavía se muestren con más claridad sus dudas entre la elección de defender a los pobres desheredados o a los ricos sin escrúpulos; y La Porritos, el personaje más tierno y entrañable de toda la historia, mujer de los suburbios, la de convicciones más firmes y destino más cruel, son personas normales con las que cualquiera podríamos sentirnos identificados, al igual que con el resto de personajes secundarios. No hay héroes ni villanos, simplemente gente corriente que vive experiencias corrientes. Pero, a pesar de que pueda dar la sensación de que lo que se explica no tiene trascendencia alguna, el resultado es todo lo contrario puesto que esos personajes y esa historia nos documentan perfectamente lo que era la sociedad barcelonesa en la época en que transcurren los hechos y nos da las claves para entender hacía donde ha ido evolucionando dicha sociedad en los últimos años. La acción transcurre en el período comprendido entre las segundas elecciones autonómicas después de la dictadura, ganadas por Jordi Pujol, y la nominación de Barcelona como sede olímpica, es decir entre los años 1985 y 1986. Un período de desencanto en el que se puso de manifiesto que la política española no tiene nada que ver con las ideologías y en el que se van produciendo cambios que desconciertan a la sociedad. Es también la crónica de una generación llena de ideales, dispuesta a cambiar el mundo y a la que, al fin, el mundo cambió.
El sentido del humor está presente de manera sutil a lo largo de toda la novela, no es la sátira ni la parodia de alguna de sus obras, pero la forma en que Mendoza nos va describiendo cada una de las situaciones, hacen que por muy dramáticas que sean, una sonrisa, a veces nostálgica, nos acompañe. Y, claro, también está presente Barcelona, mi querida y odiada “ciudad de los prodigios”.

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“Mitologías de civilizaciones tan remotas e incomunicadas como Mesopotamia y la América Central, dan por cierta la presencia fugaz sobre la tierra de una raza de gigantes o titanes engendrados en el pecado, por lo que la perversidad era consustancial a su naturaleza y se veían inclinados al mal y a la violencia. Las mitologías coinciden también en que fueron esos seres de origen tenebroso y destino trágico quieren enseñaron a los hombres las cosas que habían de permitirles dominar el mundo: el fuego, la agricultura, la escritura, la medicina, la adivinación y los horóscopos, la técnica de trabajar los metales y fundir estatuas, de donde saldrían los ídolos, y la fabricación y el manejo de las armas. No hay acuerdo sobre si estas aportaciones fueron buenas o malas o si los hombres habrían podido sobrevivir sin ellas. Sí hay acuerdo sobre el fin de esta raza: con las armas de que ellos mismos se habían dotado, lucharon entre sí hasta acabar los unos con los otros sin excepción. En algunas versiones, sus huesos amontonados son el origen de las montañas. Otra versión menciona como de soslayo un grupo reducido de individuos, que a veces son ángeles y a veces hombres, dedicado a llorar su recuerdo por toda la eternidad, inútilmente.”

(Fragmentos de “Mauricio o las elecciones primarias”, Eduardo Mendoza)


P.D. Como he dicho al principio, esta entrada es el pago de una deuda pendiente contraída hace días en otro lugar con un pingüino. Amech, va por ti, pero ahora léete el libro y dime que te ha parecido… por cierto, espero tu comentario sobre la novela “kafkiana” ;-).

.o0(al menos esta deuda ya queda cancelada, a ver si me toca la lotería del niño y puedo cancelar las demás, je, je, je)