"No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando. Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo. " (Oscar Wilde)



domingo, 30 de marzo de 2008

Un leve gesto




Un leve gesto, como el roce de un ala de mariposa.

Un leve gesto, como el giro de la llave que abre una puerta cerrada.

Un leve gesto, como una promesa de otros muchos gestos leves.

Un leve gesto, como una ventana abierta a la ternura.

Un leve gesto, como un relámpago que despierta el deseo.


Un leve gesto, poco más que una mirada,
un leve gesto, poco más que una sonrisa,
un leve gesto, poco más que una palabra.
Un leve gesto…

...tu mano acariciando mi mejilla.


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miércoles, 26 de marzo de 2008

Eskerrikasko



"Puppy" de Jeff Koons, entrada Museo Guggenheim de Bilbao

Para Ana y Bego,
Amaia y Puri
y, sobre todo,
para Elena.


La Semana Santa de este año me ha traído un viaje que deseaba realizar desde hacia mucho tiempo. Hace cuatro años inicié, con otro viaje a Bilbao, una larga aventura por un laberinto entre luces y sombras, más sombras que luces, que no sabia a dónde me iba a conducir (y al que, aunque sigo sin saberlo, cada vez le veo un final más claro). No sé cómo ni porqué, pero, inconscientemente, sabía que para cerrar ese círculo, tenía que regresar a Bilbao. Han sido varias las ocasiones en las que se ha planteado la posibilidad de ese viaje y, no ha sido hasta ahora en que, fortuitamente, se han producido las circunstancias adecuadas para que se pudiera realizar. Así es que, en la noche del 17 de marzo, me embarqué en un tren antediluviano de camino a mi destino.

Bilbao, como la mayoría de las veces que lo he visitado, me recibió con cielo gris y lluvia, pero desde bastantes kilómetros antes de llegar a la estación de Abando, el brillante verde de los prados vizcaínos iluminaba la mañana augurando el éxito de la estancia en la ciudad y proporcionándome una energía adicional que me fue acompañando durante todo el tiempo y que se recargaba cada vez que me asomaba a las ventanas de la casa de mi anfitriona, mi querida Elena, y veía el parterre de césped con el Cercis rosado, el Prunus granate y el contrapunto verde oscuro de los Cupressus como telón de fondo.

Me había propuesto visitar los mismos lugares que había visitado en mi viaje anterior, la Plaza Elíptica (Moyúa), con el hotel Carlton y la casa de las ventanas diferentes (el Palacio de Chávarri), el Casco Viejo, el Guggenheim, el Museo de Bellas Artes y el Parque Iturriza, pasear por Ercilla (engalanada en esta ocasión con las esculturas majestuosas de "Las Meninas" de Manolo Valdés) y por la Gran Vía, viajar en tranvía por la orilla recuperada de la ría… Prácticamente pude cumplir todas mis expectativas y alguna más, con otros lugares que mis gentiles guías tuvieron a bien mostrarme, y en los que disfruté durante toda la estancia.

El mal tiempo hacía poco apetecibles los paseos al aire libre, demasiado viento, demasiada lluvia y demasiado frío que nos empujaban a resguardarnos en lugares cálidos, como las acogedoras cafeterías de la ciudad, los bares de chiquiteo y los cómodos cines, propiciando las conversaciones entre confesiones más o menos intimas y risas. Excepcionalmente, el sol quiso acompañarnos el día que fuimos a pasear por el Casco Viejo, entre pintxos de siempre y de diseño y los tradicionales pasos que se preparaban en la calle para la procesión de la tarde, haciendo todavía más agradable el paseo matutino y la comida en la Plaza Nueva.

Mención aparte merece la visita al Guggenheim, el edifico emblemático del arquitecto americano Frank O. Gehry, y las exposiciones que exhibía en esta ocasión, “Cosas del Surrealismo” y “Art in USA”, sobre todo la primera que nos permitió ponernos en contacto directo con obras de Dalí, Magritte, Miró, Picasso, etc. Un placer el recorrido lúdico entre el laberinto, en ocasiones opresivo, de “La Materia del Tiempo”, de Richard Serra, el poder degustar el arte de una obra que era una montaña de caramelos de regaliz más allá de la exposición (en estos momentos me estoy comiendo uno de ellos), fumar un cigarrillo junto a “Los tulipanes”, de Jeff Koons, observando “Mamá”, de Louise Bourgeois, y “Los Arcos Rojos”, de Daniel Barren, del Puente La Salve.

Y, por supuesto, los momentos compartidos en la cocina y en el salón de Elena, el café con gusto a canela, los lazos de hojaldre, las rosquillas, el chocolate negro y los chupitos de Jack Daniels (dos kilos me he traído de recuerdo, posados, como siempre, donde menos deseo).

Un viaje que, sin duda, repetiré en breve.


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Por si alguien desea realizar un paseo fotográfico por el Bilbao actual y el antiguo, dejo aquí un enlace.

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Mientras escribía esta entrada, recibo el aviso de un artículo publicado en elPeriódico.com, ¿será una nueva casualidad?

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Traducción de la letra de la canción “Dena bukatzean” (Cuando todo se termine), del álbum “Komplizeak” de Jabier Muguruza.

Cuando todo se termine
y el pasado sea una vieja película
en blanco y negro
que nos cuenta una emocionante
historia de amor,
te esperaré en la estación del metro
seré Humphrey Bogart para ti.

El viernes por la noche
me cogerás del brazo otra vez
con aquel gesto concreto,
ya olvidado, que tú sabes,
el deseo, ese grito sin palabras,
tres gangsters tras nosotros en la calle.
Huyendo entre risas
llegaremos a tu casa
beberemos un whisky
aún vestidos
y antes de escuchar los tiros
Janis Joplin comenzará a cantar.

Al gritar
mientras el río desemboca en el mar
dirás unas palabras irónicas,
yo entonces miraré por la ventana
y te responderé:
"me estoy haciendo viejo".
Al volver a recordar no habrá amargura
en los retratos de antaño,
nuestro cabello más blanco quizás
mientras fuera comienza a nevar.

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Ana ha querido colgar sin éxito en los comentarios una imagen del Palacio Chávarri, haciendo uso de mis "trukis", he podido recuperarla y la dejo aquí para disfrute de tod@s. Eskarrikasko por este nuevo regalo, Ana.

viernes, 7 de marzo de 2008

Sin palabras


Mientras estaba publicando el poema de hoy, he oído la noticia de la muerte del ex-concejal socialista Isaías Carrasco Miguel a las 13.30 h. en el municipio guipuzcoano de Arrasate (Mondragón), después que un supuesto activista de E.T.A. le disparará tres tiros en la nuca a la salida de su domicilio, en presencia de su esposa y de su hija. Este nuevo atentado, a menos de 48 horas del inicio de los comicios electorales del 9-M, es un tiro en la nuca de todos los demócratas... No tengo palabras, me siento demasiado triste.

miércoles, 5 de marzo de 2008

Lo que vemos




Sabido es que no me gusta colocar textos prestados en esta página y que lo que en ella se publica, para bien o para mal, procede de mis dedos, pero hoy siento la necesidad de guardar aquí uno de esos cuentos de autor desconocido que se difunden por internet. A pesar de hacer bastante tiempo que lo conozco, no es de los que más se han extendido y de los que periódicamente vuelve a aparecer en mi correo; sin embargo, desde el momento en que lo leí, se me quedó gravado y muchas veces recuerdo su moraleja, tal vez sea porque es uno de los aspectos sobre los que todavía tengo que seguir trabajando.

"Se dice que hace tiempo, en un pequeño y lejano pueblo, había una casa abandonada.

Cierto día, un perrito buscando refugio del sol logró meterse por un agujero de una de las puertas de dicha casa.

El perrito subió lentamente las viejas escaleras de madera.

Al terminar de subir las escaleras se topó con una puerta semi-abierta; lentamente se metió en el cuarto.

Para su sorpresa, se dio cuenta que dentro de ese cuarto había 1000 perritos más observándolo tan fijamente como él los observaba a ellos.

El perrito comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas poco a poco.

Los 1000 perritos hicieron lo mismo.

Posteriormente sonrió y le ladró alegremente a uno de ellos.

¡El perrito se quedó sorprendido al ver que los 1000 perritos también le sonreían y ladraban alegremente con él!

Cuando salió del cuarto, se quedó pensando para sí mismo: "¡Qué lugar tan agradable! ¡Voy a venir más seguido a visitarlo!"

Tiempo después, otro perrito callejero entró al mismo sitio y se encontró entrando al mismo cuarto.

Pero a diferencia del primero, este perrito al ver a los otros 1000 perritos del cuarto se sintió amenazado ya que lo estaban mirando de una manera agresiva.

Posteriormente empezó a gruñir; obviamente vio cómo los 1000 perritos le gruñían a él.

Comenzó a ladrarles ferozmente y los otros 1000 perritos le ladraron también.

Cuando este perrito salió del cuarto pensó: "¡Qué lugar tan horrible es éste! ¡Nunca más volveré a entrar allí!"

En el frente de dicha casa se encontraba un viejo letrero que decía: "La casa de los 1000 espejos".
"