"No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando. Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo. " (Oscar Wilde)
Mis desplazamientos durante estas vacaciones han sido numerosos y, generalmente, en tren. Siempre me ha gustado viajar en tren. Los viajes en tren, tienen -o mejor dicho, tenían- para mí, un aura de romanticismo que, a lo largo de los recorridos de este verano, han perdido; tal vez esas grandes velocidades que ahora alcanzan, se lo han dejado olvidado en quién sabe que estación remota… y es que los actuales viajes en tren muy poco o nada tienen que ver con los que recuerdo de otras épocas de mi vida.
No es que ahora los trenes funcionen mal, con la alta velocidad, los trenes, por lo general, no sólo llegan a su destino en la hora prevista, si no que suelen hacerlo con adelanto sobre ella. Atrás quedaron, pues, los proverbiales retrasos de la R.E.N.F.E., bueno… eso tampoco es del todo cierto, y si no que se lo digan a los sufridos usuarios de las líneas de cercanías catalanas, tan obsoletas y descuidadas que, el día que no se estropea una, se estropea otra, o, si no, varias a la vez… líneas a las todavía no les ha llegado la hora de modernizarse… Si el AVE que venía volando llegó con tanto retraso a estas tierras, no quiero pensar qué pasará con estas humildes líneas, tan dejadas de la mano de Dios y de la de los presupustos... pero esto es otro cantar…
Retomando, pues, el tema, reconozco que también hemos ganado en limpieza. Estos trenes modernos tan aerodinámicos, tan sofisticados, tan asépticos, se parecen más a los aviones con los que quieren competir que a los trenes de antaño, sobre todo a los que utilizaba en mi infancia, en una línea de ínfima importancia –tanto es así que a mi pueblo de origen hace ya muchos años que no llega el tren, al que se le conocía familiarmente como “la burreta”-, con sus incómodos bancos de tiras de madera y sus ventanillas abatibles a través de las que se colaban negras bolas de carbonilla que te hacían salir del tren tiznado como si fueras un fogonero, pero que permitían sentir la maravilla del cosquilleo del viento en la cara.
Y es que estos trenes que parece que vuelan bajito son tan herméticos que, hasta los que en ellos viajamos, nos encerramos en nosotros mismos; nada más sentarnos, una anónima e impersonal azafata nos entrega unos tapones para los oídos, con la excusa de que oigamos la música o la película que nos van a poner, pero con el fin de aumentar ese aislamiento, de manera que ya no hablamos con quienes a nuestro lado viajan como no sea un discreto “perdón”, casi susurrado, cuando, por alguna razón, hemos de abandonar el asiento que tenemos adjudicado. Nada que ver con los antiguos compartimentos en los que se establecían largas conversaciones con los compañeros de viaje, -los viajes eran lentos y, por lo tanto, largos en el tiempo aunque los kilómetros fueran escasos- llegando, incluso, a compartir la comida que cada uno llevaba, al mismo tiempo que las vivencias personales o la filosofía de vida.
Otra prueba más de que mejoran los medios de comunicación… ¿o eran los de incomunicación?... Menudo lío me estoy haciendo…
Hay gente que con solo decir una palabra Enciende la ilusión y los rosales; Que con solo sonreír entre los ojos Nos invita a viajar por otras zonas, Nos hace recorrer toda la magia.
Hay gente que con solo dar la mano Rompe la soledad, pone la mesa, Sirve el puchero, coloca las guirnaldas, Que con solo empuñar una guitarra Hace una sinfonía de entrecasa. Hay gente que con solo abrir la boca Llega a todos los límites del alma, Alimenta una flor, inventa sueños, Hace cantar el vino en las tinajas Y se queda después, como si nada.
Y uno se va de novio con la vida Desterrando una muerte solitaria Pues sabe que a la vuelta de la esquina Hay gente que es así, tan necesaria.
Call me if your arms are lonely Call me if you’re feeling blue If you don’t believe me Call and say you need me And darling, I’ll come to you
Call me if your dreams should tumble I will help you start anew If you don’t believe me Just call and say you need me And baby, I’ll run to you
Call me if things looks hopeless and gray I’ll come and change the view for you Call me when spring seems farthest away I’ll change the season for you
Yes, call me and say you want me near you I’ll be there before you’re through If you don’t, you don’t, you don’t believe me Just call me, call me, call me Call me, yes call me, and say you need me And darling, I’ll fly to you
Llámame si tus brazos están solos Llámame si te sientes azul Si no crees en mí Llama y di que me necesitas Y querido, iré hacia ti
Llámame si tus sueños están derruidos te ayudaré a comenzar de nuevo Si no crees en mí Sólo llámame y di que me necesitas Y niño, correré hacia ti
Llámame si las cosas parecen imposibles y grises Iré y cambiaré la vista para ti Llámame cuando la primavera parezca alejarse Cambiaré la estación para ti
Llámame y di que me quieres cerca de ti Estaré allí antes que tú estés Si no, no, no me crees Sólo llámame, llámame, llámame Llámame, si, llámame y di que me necesitas
Agosto sigue siendo para muchos, entre los que me cuento, el paréntesis que rompe la rutina cotidiana. Se acercan ya las vacaciones y con los preparativos: las reservas de viajes y hoteles, las listas de cosas que meter en la maleta y las últimas compras, se inicia también el cosquilleo en el estómago que acompaña a la salida de la ciudad achicharrada por el calor -la odiosa “xafogor” (bochorno) que este año se está dejando sentir con extrema intensidad-. Atrás quedó ya la incertidumbre de qué hacer y a dónde ir en esta ocasión. La decisión hace días que está tomada y ahora falta sólo el momento inminente de subirse al tren o al avión para cambiar de entorno geográfico. Este año el destino ha querido que el camino sea largo y, sin abandonar el territorio de la península, el trayecto me llevará a recorrer más de media España. Empezaré yendo a Bilbao, de allí pasaré a Salamanca y luego a Madrid y acabaré rodeada de sol (espero) y palmeras en las playas de Alicante…
Aunque ahora siento la excitación de este momento concreto, no puedo dejar de recordar que es una emoción semejante a la que he sentido otros años. A la esperanza y la ilusión por disfrutar plenamente de los lugares a visitar y de la compañía de personas con las que no puedo estar habitualmente, se opone la incerteza por saber qué me deparará el curso de la vida y si el resultado final estará a la altura de las expectativas creadas. Siempre deseamos que las vacaciones, como cambio esperado durante todo el año, dejen una grata marca indeleble en el recuerdo, aunque no siempre es así. En los dos últimos años, las sombras han estado más presentes que las luces y, a pesar del esfuerzo intelectual que representa extraer sólo lo bueno y aprender de lo malo, esas sombras -con una intensidad menor, es cierto-, siguen existiendo.
Esa es la razón del empeño en volver a algunos de los lugares en los que estuve el pasado agosto, sobretodo a Madrid. Tengo la necesidad de colocar nuevas imágenes sobre las últimas que recuerdo en esa ciudad, imágenes que tapen las que ahora permanecen en primer plano, y tengo, también, el deseo de tomarme la revancha por las personas y los lugares que el curso adverso de las circunstancias, me impidió ver en la ocasión anterior. Todas estas perspectivas hacen que las mariposillas que revolotean en mi barriga hayan empezado a ponerse en movimiento mucho antes de iniciar el viaje en sí.
Esta entrada de hoy está dedicada a alguien que lleva días dándome el peñazo con que escriba algo… Pues bien, Manolito, te dejo unas cuantas peguntas y espero que por fin te decidas a comentar algo más que lo que sueles decirme off line…
Las que todavía andamos creyendo en que existen príncipes azules, solemos encontrarnos con situaciones muy diversas, pero todas ellas presentan denominadores comunes que se podrían agrupar en dos grandes categorías:
1. Los presuntos príncipes azules que, en cuando reciben el primer beso, se convierten en sapos repugnantes y te dejan tiznada de azulete, y
2. Los auténticos sapos que por más que les beses siguen siendo sapos por los restos.
¿A dónde ha ido a parar la supuesta sensibilidad y el supuesto romanticismo de nuestros congéneres del otro sexo? ¿Será que dichas cualidades, cual capa de azulete en polvo y sin disolver, sólo existen en el hombre de “boquilla”? ¿Será que todos los príncipes azules se han vuelto gays? ¿Será…?
Ainssss… pero si después de todo, soy una rana común como la de Serrat… ¿para qué coño quiero un príncipe azul o un sapo? ¿¿¿no habrá por ahí una ranita-macho tan normal y corriente como una misma???
P.D. Una vez más disculpas… para l@s que me comentáis y no respondo; para l@s que les debo visitas y me quedo en casa; para l@s que me gustaría comentar y me quedo callada; para l@s que he prometido que escribiría sobre esto o sobre aquello y sigo sin empezar… para tod@s... mil disculpas, mil gracias y mil besos.
Hoy he quedado conmigo misma para tratar algunos asuntos que todavía tengo pendientes, aclarar algunos puntos confusos y ver si así consigo que mi vida deje de ser insoportable.
Hoy he repasado mis propias historias, ésas que de tanto explicarlas a los demás para hacerlas comprensibles, han dejado de ser ya mías.
Hoy me he quitado los zapatos y he podido comprobar que andar descalza es mucho más cómodo y divertido.
Hoy, por fin, he admitido que por las noches cierro con llave los armarios, miro debajo de la cama y dejo la luz encendida porque tengo miedo de los fantasmas que pueblan mi mente.
Que estoy harta de salir de casa con la cara sonriente que los demás desean ver, que las sonrisas son tesoros y que quiero regalarlas sólo a quien yo decida hacerlo
Que hay momentos en que me gusta llorar y autocompadecerme, que lo encuentro divertido y que voy a seguir haciéndolo le pese a quien le pese.
Que a veces miento como una bellaca para ocultar ante los demás mis propias miserias, que estoy cansada de preguntar qué tal a personas cuyas vidas me importan tan poco.
Que me cabrea leer el periódico y ver siempre las mismas malas noticias repetidas, que no tengo ni idea de inglés, que me aburro en las conferencias y que mi cultura es de estar por casa.
Que sigo creyendo en los cuentos de hadas y espero todavía al príncipe azul y, que si sufro por amor, es sólo por mi culpa, porque amo demasiado y no le voy a poner remedio a estas alturas.
Que me gusta comer con los dedos, beber de la botella y que no pasa nada por llevar largas las uñas de los pies o las piernas sin depilar.
Que cuando llueve o hace frío pongo excusas para no salir y que en ocasiones he dicho ya te llamaré sabiendo que no iba a hacerlo.
Que me duelen las críticas y busco los halagos.
Que sigo abrazando a mis muñecos, hago trampas en el solitario y me gustan las guerras de almohadas y el juego del escondite.
Que no he logrado mis metas y por el camino he perdido parte de mis sueños.
Que odio el maquillaje y los tacones, me divierte saltar sobre los charcos y disfruto poniendo los pies encima del sofá
Que muchas veces necesito esconder la cabeza debajo de la almohada o hacerme un ovillo y meterme, en silencio, en el cajón de los calcetines.
Que puedo tener envidia y no siempre es de la sana.
Que no soy la más alta, ni la más guapa, ni la más rubia, que me sobran algunos kilos y muchas arrugas, pero que para nada quiero ser una muñeca de portada de revista.
Hoy he desayunado chocolate con churros porque la leche desnatada y los cereales con fibra, aunque sean sanos, saben fatal y la vida ya es bastante dura para tomarla sin azúcar.
Hoy he salido a la calle y me he puesto a gritar y a reír en medio de la avenida dando vueltas con los brazos abiertos mientras mis vecinos me miraban estupefactos.
Así que crees que sabes distinguir el cielo del infierno el cielo azul del dolor ¿Sabes distinguir un campo verde de un frío raíl de acero? ¿Una sonrisa de un velo? ¿Crees que puedes dintinguir? ¿Consiguieron hacerte cambiar tus héroes por fantasmas? ¿Cenizas ardientes por árboles? ¿Aire caliente por una brisa fresca? ¿Frío confort por un cambio? ¿Cambiaste un papel principal en un guerra por un papel protagonista en una jaula?
Ojalá, ojalá que estuvieras aquí. Sólo éramos dos almas perdidas que nadan en una pecera año tras año corriendo siempre sobre el mismo viejo camino ¿Qué hemos encontrado? Los mismos miedos de siempre. Ojalá estuvieras aquí.
Hoy es el Día Internacional de la Enfermedad de Behçet, para recordarlo estamos enviando este cartel a todos los que podemos para que se vaya ampliando el conocimiento de esta enfermedad minoritaria y casi desconocida. Si alguien quiere lo puede imprimir para ponerlo en algún sitio donde se crea conveniente, centros de salud, hospitales, ayuntamientos, centros culturales... o mandarlo por mail a otras personas (recordar usar el campo CCO y borrar todas las direcciones que aparezcan en el cuerpo del mail), o simplemente saber que hay personas que tienen una vida más dificil por padecer una enfermedad que no es digna de estudio por no ser rentable para las empresas farmaceuticas, da igual, lo importante es que yo os lo he comunicado a vosotro/as y se que tengo vuestro apoyo. Gracias.
Es indiscutible que Ladrona de libros es una novela singular. Para empezar, quien nos narra la historia es la propia Muerte y ¿qué mejor narrador se podría encontrar para una historia que transcurre en los peores momentos de la Alemania nazi?
Una narradora de excepción para una historia llena de muertes, pero no una Muerte macabra y terrorífica, si no una Muerte que se define a sí misma con estas palabras: “No llevo ni hoz ni guadaña. Sólo cuando hace frío visto un hábito negro con capucha. Y no tengo esos rasgos faciales de calavera que tanto parece que os gusta endilgarme, aunque a distancia. ¿Quieres saber qué aspecto tengo en realidad? Te ayudaré. Ve a buscar un espejo mientras sigo”. Una Muerte socarrona e irónica, “Pero igual estoy siendo cínica. U optimista. O ambas cosas”, que -como ella misma dice- “Hasta la muerte tiene corazón” y “A veces me mata ver cómo muere la gente”. Una Muerte cuya misión es ir “acompañando las almas hasta la cinta transportadora de la eternidad” y que en determinados momentos nos deja pensativos: “siempre encuentro humanos en su mejor y en su peor momento. Veo su fealdad y su belleza y me pregunto cómo ambas pueden ser lo mismo”.
Pero si la narradora de la historia es excepcional, no lo es menos la forma en que el autor lleva a cabo la narración. Dividida en 10 partes, con numerosos capítulos cada una, y acabada con un epílogo, cuenta con pequeños resúmenes -o incisos, o notas, no sé cómo definirlos- que hacen hincapié de manera impactante en la comprensión del texto y con una serie de simpáticas ilustraciones, cosas ambas que le dan una agilidad añadida a la ya de por sí vibrante historia que nos narra Markus Zusak. Y excepcional es también el lenguaje que utiliza, en ocasiones poético, lleno de sorprendentes metáforas y símiles que llenan el texto de ternura y belleza a pesar de lo duro del argumento. Como ejemplo dejo las siguientes:
…esa noche la luna estaba zurcida al cielo, con puntadas de nube alrededor
… las gotas de lluvia parecían virutas de un lápiz gris…
Una sonrisa de cartulina…
…una pelirroja con pecas de punto y aparte…
Olía a hierba recién cortada de los jardines. Era un olor fresco y dulzón, verde con motitas amarillas.
(estaba rezando)… Incluso las arrugas de los ojos tenían las manos entrelazadas
Si fuera posible, diríamos que Hans cayó hacia arriba, tanta fue la prisa con que se levantó de la silla.
Sobre su rostro asomaron lágrimas de madera y una sonrisa de roble…
…tenía dos pequeños balazos en la cara a modo de ojos…
…las tejas descansaban sobre las casas como peluquines…
La ventana estaba abierta de par en par, una boca cuadrada y fresca por la que de vez en cuando se colaba una ráfaga de aire.
Donde, sin duda, se pone más de manifiesto lo anterior, como no podría ser de otra manera, es cuando se hace referencia a las palabras:
Un gancho directo de palabras…
Las palabras, pronunciadas con un suave susurro, resbalaron de la cama y se esparcieron por el suelo como si fueran polvo.
Le dio de comer las frases…
Se calló. Su garganta era un desierto: ni una palabra en kilómetros a la redonda.
Un retazo de voz se le escapó de la boca...
La cogió por el brazo. —Por favor. Su voz también la atrapó, como si tuviera uñas.
Le daba a Max El repartidor de sueños como si las palabras pudieran alimentarlo.
Las palabras aterrizaron sobre la mesa y se agruparon en el medio. Los tres las miraron.
…guardó silencio durante una docena de frases mudas…
Las voces de la cocina elevaron el volumen, discutían, unas se montaban encima de otras para hacerse oír. Las frases se peleaban entre ellas por atraer la atención.
Días atrás dije que la Ladrona de libros es una historia sobre la muerte, sobre la vida y sobre las palabras, también es una historia sobre la amistad y sobre la familia y -algo no demasiado habitual en las novelas ambientadas en la época- sobre la valentía de los que no se dejan convencer sólo con palabras -“…el Führer decidió que sometería al mundo con palabras…” nos dice el autor en “El árbol de las palabras”-. Es una historia que nos permite ver la Segunda Guerra Mundial desde el punto de vista de los alemanes que no estaban de acuerdo con el nazismo y que hacían de su vivir cotidiano una demostración de ello, que “preferían liar cigarrillos que liarse a tiros, preferían hacer rodar los dados a que los hicieran rodar a ellos por la nieve y el lodo”. Y, es también, “Una historia. Una historia después de otra historia. Una historia dentro de otra historia”…
La novela abarca el período comprendido entre el 13 de enero de 1939 -fecha en la que Liesel Meminger, la ladrona de libros, llega a su hogar de acogida en casa de los Hubermann, Hans y Rosa, en Molching –un pequeño pueblo cerca de Munich-, cuando “toda ella era pura desnutrición: pantorrillas de alambre, brazos de perchero”- y el 2 de octubre de 1943 -de los 10 a los 14 años de Liesel-, para quien el significado de la palabra Führer, después de recibir “un sopapo propinado por una mano de confianza” por negarse a gritar “Heit Hitler” es “UNA PEQUEÑA SUMA: La palabra «comunista» + una gran hoguera + un fajo de cartas sin dueño + las desventuras de su madre + la muerte de su hermano = el Führer”
Cuatro años llenos de trágicos sucesos, en los que en ocasiones se dan circunstancias con “cierto grado de satisfacción, que iba acumulándose hasta rozar eso que suele llamarse «ser feliz»”, una de las más notorias explicada como sigue: “La vida había dado un giro de ciento ochenta grados y, sin embargo, era esencial que actuaran como si nada hubiera ocurrido. Imagínate que tienes que sonreír después de recibir un bofetón. Y luego imagínate que tienes que hacerlo las veinticuatro horas del día. En eso consistía ocultar a un judío”. Sucesos que no voy a seguir relatando para no destripar la novela a los posibles futuros lectores… Sólo añadir una reflexión personal… ¿es realmente una ladrona la ladrona de libros? Porque puestos a hablar de robos, aquí queda otra de las frases que aparecen en la novela: “Robar es lo que hace el ejército llevándose a tu padre y al mío”.
Hacía tiempo que no me quedaba atrapada por un libro de esta manera. La pequeña ladrona de libros me ha devuelto las ganas de seguir devorando en cualquier momento sus palabras, de aprovechar la más mínima oportunidad para hacerme con unas pocas líneas más, como si me hubiese convertido en una ladrona... de palabras. He leído en el metro y en el baño, mientras esperaba a alguien que se retrasaba en una cita e, incluso, caminando por la calle (algo que no había hecho desde aquel lejano día en que mi nariz chocó con un poste, mientras estaba concentrada en el libro de turno, y la vergüenza de que alguien pudiera haberse dado cuenta me quitó el vicio de la lectura andante… hasta ahora). He sentido rabia cuando mis obligaciones me impedían seguir leyendo y he deseado destruir el reloj que implacable me recordaba que el tiempo de disfrutar de la lectura se había acabado.
Tal vez una de las causas de esta irresistible fascinación resida también en el hecho de haberme sentido identificada con el personaje. Durante la lectura han aflorado recuerdos de mi adolescencia cuando descubrí el placer que produce leer, cuando me di cuenta de la gran cantidad de historias y de aventuras que se pueden vivir a través de las páginas de un libro.
En esta perezosa mañana de sábado, el sol está descolorido por la bruma habitual en mi mediterránea ciudad. He salido a hacer las compras semanales y he llegado cansada, me he sentado un rato a leer el nuevo libro que empecé ayer, La ladrona de libros, de Markus Zusack, sólo llevo 50 páginas leídas y me ha enganchado, la novela es una pequeña joya que habla de la vida y de la muerte y, sobretodo, de las palabras. Leyendo he sentido la necesidad de venir a dejar unas cuantas aquí.
La música suena y al compás de sus notas mis dedos se deslizan por el teclado. Es la voz prodigiosa de Sainkho la que desgrana esas notas imposibles. Canta a capela, sin ningún tipo de acompañamiento y su canto es un grito desgarrador que estremece el alma o un susurro que la acaricia. Algún día os hablaré de Sainkho, hoy no toca…
En mi última entrada os hablaba de que el período de hibernación se había acabado y que poco a poco me iba desperezando. Durante este tiempo en el que no he escrito, he podido disfrutar de varias actividades gratificantes y muy recomendables que han servido para desentumecer mis músculos después del descanso invernal.
Pude ver la exposición de Sorolla, Visión de España, la exposición itinerante de los paneles que el artista pintó a principios del siglo XX, por encargo de Milton Huntington, para decorar una de las salas de la Hispanic Society of America, y que actualmente han sido restaurados por técnicos españoles. Un recorrido por la riqueza del flocklore y las costumbres de nuestro país que ocupó los últimos años de la vida del pintor. El día acompañaba, en aquella mañana de sábado la luz barcelonesa, excepcionalmente, era tan brillante como la que el pintor valenciano refleja en su obra. Actualmente la exposición ya no se puede ver en Barcelona, a partir del 25 de mayo estará en el museo del Prado de Madrid junto a otras obras de Sorolla y a continuación viajará a Valencia para terminar allí su recorrido antes de regresar a su ubicación original en América.
Sorolla, Ayamonte - La pesca del atún
Otra de las exposiciones que he podido admirar recientemente ha sido la retrospectiva que el CaixaForum está dedicando a Rafael Zabaleta en el centenario de su nacimiento. A través de la obras expuestas se pueden observar las diferentes épocas por las que pasó el pintor de Quesada (Jaén), desde lo que se ha llamado expresionismo sombrío de la Plaza de Quesada de principios de los años 40 al cubismo picassiano, pasando por el expresionismo rutilante de las obras de sus últimos años (entre las que se puede contemplar una visión muy diferente de la misma plaza). Entre las obras expuestas se encuentran algunas de las más significativas de Zabaleta, como pueden ser: Campesinos en la Era (1956); Romería de Tiscar (1949); La familia Purullena (1959), con esas caras de “luna llena” tan particulares del autor; La pareja de viejos (1959), con sus impactantes rostros llenos de arrugas; La vieja con gato (1953), …sensacionales los gatos de Zabaleta; Los pájaros (1956), un homenaje a ese ave tan característica de los secos paisajes de nuestra España más profunda, el cuervo; y el sereno Autorretrato (1944) que sirve de inicio al recorrido. La exposición estará abierta hasta el próximo día 17 de mayo.
Rafael Zabaleta, Pareja de Viejos, 1959
Y para terminar con el capítulo de las exposiciones, una de contenido muy diferente, también del CaixaForum, De la casa a la ciudad, del arquitecto y diseñador Richard Rogers, artífice de la reforma que está convirtiendo la barcelonesa plaza de toros de Las Arenas en un modernísimo centro de ocio y de la Terminal T4 del aeropuerto de Barajas de Madrid, por citar sólo alguna de sus creaciones más próximas. En la exposición se pueden contemplar todos los proyectos, realizados o no, del arquitecto británico y sus colaboradores, proyectos en los que la arquitectura se integra con el urbanismo para crear ciudades más cómodas y sostenibles. La exposición puede visitarse hasta el 7 de junio.
Maqueta del proyecto Arenas - Barcelona
Algo de lo que he podido recuperar en este último mes ha sido el vivir en directo las operas en el Liceo. Después de más de 25 años sin poder asistir a ninguna representación, las últimas fechas me han dado la oportunidad de poder ver Los Maestros Cantores de Nurenberg, de Richard Wagner, y de asistir al estreno de La cabeza del Bautista, del barcelonés Enric Palomar. Dos obras completamente diferentes en todos los sentidos. La primera, una función de 6 horas de duración, fue uno de los acontecimientos que más me ha emocionado en los últimos tiempos, no sólo por volver a sentarme en las butacas del Liceo, sino porque es la obra menos wagneriana de Wagner, un autor que aunque no es mi favorito, en este caso se me hizo mucho más atractivo y digerible a pesar de la extensión de la representación. La segunda es una obra bastante menos ambiciosa que contaba con el incentivo de ser cantada en castellano, algo que no suele ser habitual; a pesar de ello, o precisamente por eso, no acabo de convencerme, ni en el argumento ni en la puesta en escena en sí.
El Gran Teatre del Liceu - Barcelona
Han sido bastantes más los momentos satisfactorios a lo largo de este período recientemente pasado, momentos llenos de sabor de esos que hacen la vida más gustosa, pero me estoy extendiendo mucho y los referidos han sido, tal vez, los más significativos. Sainkho ha callado y la pequeña ladrona de libros me está esperando, pronto volveré para contaros más cosas, os dejo algo de lo poco que se puede encontrar en YouTube de Sainkho para que os acompañe en la lectura.
Me escondí a la sombra de mi tiempo, ni el lugar en que me encuentro conoce donde estoy.
Estas palabras, de un poeta oriental del que no recuerdo el nombre, resumen perfectamente mis andanzas de los últimos meses. Dicen que cuando se vive una época de crisis personales crecemos interiormente, no sé si en este caso habrá sido así, lo que si puedo garantizar es que físicamente he crecido y bastante… por supuesto, sólo a lo ancho… el efecto antidepresivo del chocolate y el azúcar refinado tiene esas consecuencias… habrá que ver si todas esas calorías acumuladas sirven de abono a alguna idea interesante que plasmar por aquí.
Sea como sea, hoy, tal vez como anticipo de esa primavera que pugna por aparecer por todas partes, me han entrado de nuevo ganas de sentarme al teclado de este viejo ordenador y volver a abrir las páginas de este blog cerrado desde hace meses por unas vacaciones excesivamente largas. Tal vez esta primera entrada sirva de aliciente a otras muchas otras.
Que uno se quede parado y escondido no significa que el mundo deje de girar. Durante estos meses todo ha ido sucediendo a un ritmo tan precipitado como es habitual en estos tiempos que corren.
Los gobiernos y los organismos políticos, económicos y financieros internacionales han reconocido que existe una crisis sin precedentes en la historia de la humanidad, una crisis del sistema capitalista que se tiene que encarar con soluciones nuevas e imaginativas para poder ser solucionada; pero también, una crisis que ha dejado al ciudadano medio más atrapado y más aterrorizado de lo hasta ahora estaba. Una crisis, por otro lado, que para los más desfavorecidos económicamente lleva existiendo mucho, mucho tiempo… demasiado incluso…
El conflicto entre Israel y Palestina ha vuelto a estar de actualidad y la diplomacia internacional ha vuelto a jugar a la doble moral pidiendo el cese de unos ataques que se estaban realizando con armas salidas de sus propias fábricas, al mismo tiempo que se ponía en evidencia que el antisemitismo no es algo del pasado sino que sigue existiendo con tanta virulencia como hace siglos, y que el terrorismo islámico sigue avanzando de manera incontrolada e injustificada.
Mientras, en la Casa Blanca, la sede del poder occidental, se ha producido un cambio histórico, al ser ocupada por primera vez por un hombre negro. Un hombre en el que se han depositado todas las esperanzas de un mundo mejor como si de un nuevo Mesías se tratara…
Otros aspectos de la actualidad, en cambio, han seguido como siempre… los conflictos siguen en Afganistán e Irak, las guerras africanas se silencian porque no interesan a nadie, ETA continua matando, la violencia doméstica sigue creciendo, el planeta sigue perdiendo biodiversidad por las agresiones humanas, etc., etc., etc.…
Mejor no sigo, porque como continúe con este repaso me van a entrar tentaciones de volver de nuevo a mi refugio a la sombra para seguir hibernando…
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