"No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando. Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo. " (Oscar Wilde)



domingo, 17 de mayo de 2009

La ladrona de libros - Markus Zusach




Es indiscutible que Ladrona de libros es una novela singular. Para empezar, quien nos narra la historia es la propia Muerte y ¿qué mejor narrador se podría encontrar para una historia que transcurre en los peores momentos de la Alemania nazi?

Una narradora de excepción para una historia llena de muertes, pero no una Muerte macabra y terrorífica, si no una Muerte que se define a sí misma con estas palabras: “No llevo ni hoz ni guadaña. Sólo cuando hace frío visto un hábito negro con capucha. Y no tengo esos rasgos faciales de calavera que tanto parece que os gusta endilgarme, aunque a distancia. ¿Quieres saber qué aspecto tengo en realidad? Te ayudaré. Ve a buscar un espejo mientras sigo”. Una Muerte socarrona e irónica, “Pero igual estoy siendo cínica. U optimista. O ambas cosas”, que -como ella misma dice- “Hasta la muerte tiene corazón” y “A veces me mata ver cómo muere la gente”. Una Muerte cuya misión es ir “acompañando las almas hasta la cinta transportadora de la eternidad” y que en determinados momentos nos deja pensativos: “siempre encuentro humanos en su mejor y en su peor momento. Veo su fealdad y su belleza y me pregunto cómo ambas pueden ser lo mismo”.

Pero si la narradora de la historia es excepcional, no lo es menos la forma en que el autor lleva a cabo la narración. Dividida en 10 partes, con numerosos capítulos cada una, y acabada con un epílogo, cuenta con pequeños resúmenes -o incisos, o notas, no sé cómo definirlos- que hacen hincapié de manera impactante en la comprensión del texto y con una serie de simpáticas ilustraciones, cosas ambas que le dan una agilidad añadida a la ya de por sí vibrante historia que nos narra Markus Zusak. Y excepcional es también el lenguaje que utiliza, en ocasiones poético, lleno de sorprendentes metáforas y símiles que llenan el texto de ternura y belleza a pesar de lo duro del argumento. Como ejemplo dejo las siguientes:

  • …esa noche la luna estaba zurcida al cielo, con puntadas de nube alrededor
  • … las gotas de lluvia parecían virutas de un lápiz gris…
  • Una sonrisa de cartulina…
  • …una pelirroja con pecas de punto y aparte…
  • Olía a hierba recién cortada de los jardines. Era un olor fresco y dulzón, verde con motitas amarillas.
  • (estaba rezando)… Incluso las arrugas de los ojos tenían las manos entrelazadas
  • Si fuera posible, diríamos que Hans cayó hacia arriba, tanta fue la prisa con que se levantó de la silla.
  • Sobre su rostro asomaron lágrimas de madera y una sonrisa de roble…
  • …tenía dos pequeños balazos en la cara a modo de ojos…
  • …las tejas descansaban sobre las casas como peluquines…
  • La ventana estaba abierta de par en par, una boca cuadrada y fresca por la que de vez en cuando se colaba una ráfaga de aire.

Donde, sin duda, se pone más de manifiesto lo anterior, como no podría ser de otra manera, es cuando se hace referencia a las palabras:

  • Un gancho directo de palabras…
  • Las palabras, pronunciadas con un suave susurro, resbalaron de la cama y se esparcieron por el suelo como si fueran polvo.
  • Le dio de comer las frases…
  • Se calló.
    Su garganta era un desierto: ni una palabra en kilómetros a la redonda.
  • Un retazo de voz se le escapó de la boca...
  • La cogió por el brazo.
    —Por favor.
    Su voz también la atrapó, como si tuviera uñas.
  • Le daba a Max El repartidor de sueños como si las palabras pudieran alimentarlo.
  • Las palabras aterrizaron sobre la mesa y se agruparon en el medio. Los tres las miraron.
  • …guardó silencio durante una docena de frases mudas…
  • Las voces de la cocina elevaron el volumen, discutían, unas se montaban encima de otras para hacerse oír. Las frases se peleaban entre ellas por atraer la atención.


Días atrás dije que la Ladrona de libros es una historia sobre la muerte, sobre la vida y sobre las palabras, también es una historia sobre la amistad y sobre la familia y -algo no demasiado habitual en las novelas ambientadas en la época- sobre la valentía de los que no se dejan convencer sólo con palabras -“…el Führer decidió que sometería al mundo con palabras…” nos dice el autor en “El árbol de las palabras”-. Es una historia que nos permite ver la Segunda Guerra Mundial desde el punto de vista de los alemanes que no estaban de acuerdo con el nazismo y que hacían de su vivir cotidiano una demostración de ello, que “preferían liar cigarrillos que liarse a tiros, preferían hacer rodar los dados a que los hicieran rodar a ellos por la nieve y el lodo”. Y, es también, “Una historia. Una historia después de otra historia. Una historia dentro de otra historia”…

La novela abarca el período comprendido entre el 13 de enero de 1939 -fecha en la que Liesel Meminger, la ladrona de libros, llega a su hogar de acogida en casa de los Hubermann, Hans y Rosa, en Molching –un pequeño pueblo cerca de Munich-, cuando “toda ella era pura desnutrición: pantorrillas de alambre, brazos de perchero”- y el 2 de octubre de 1943 -de los 10 a los 14 años de Liesel-, para quien el significado de la palabra Führer, después de recibir “un sopapo propinado por una mano de confianza” por negarse a gritar “Heit Hitler” es “UNA PEQUEÑA SUMA: La palabra «comunista» + una gran hoguera + un fajo de cartas sin dueño + las desventuras de su madre + la muerte de su hermano = el Führer

Cuatro años llenos de trágicos sucesos, en los que en ocasiones se dan circunstancias con “cierto grado de satisfacción, que iba acumulándose hasta rozar eso que suele llamarse «ser feliz»”, una de las más notorias explicada como sigue: “La vida había dado un giro de ciento ochenta grados y, sin embargo, era esencial que actuaran como si nada hubiera ocurrido.
Imagínate que tienes que sonreír después de recibir un bofetón. Y luego imagínate que tienes que hacerlo las veinticuatro horas del día.
En eso consistía ocultar a un judío
”.
Sucesos que no voy a seguir relatando para no destripar la novela a los posibles futuros lectores… Sólo añadir una reflexión personal… ¿es realmente una ladrona la ladrona de libros? Porque puestos a hablar de robos, aquí queda otra de las frases que aparecen en la novela: “Robar es lo que hace el ejército llevándose a tu padre y al mío”.

Hacía tiempo que no me quedaba atrapada por un libro de esta manera. La pequeña ladrona de libros me ha devuelto las ganas de seguir devorando en cualquier momento sus palabras, de aprovechar la más mínima oportunidad para hacerme con unas pocas líneas más, como si me hubiese convertido en una ladrona... de palabras. He leído en el metro y en el baño, mientras esperaba a alguien que se retrasaba en una cita e, incluso, caminando por la calle (algo que no había hecho desde aquel lejano día en que mi nariz chocó con un poste, mientras estaba concentrada en el libro de turno, y la vergüenza de que alguien pudiera haberse dado cuenta me quitó el vicio de la lectura andante… hasta ahora). He sentido rabia cuando mis obligaciones me impedían seguir leyendo y he deseado destruir el reloj que implacable me recordaba que el tiempo de disfrutar de la lectura se había acabado.

Tal vez una de las causas de esta irresistible fascinación resida también en el hecho de haberme sentido identificada con el personaje. Durante la lectura han aflorado recuerdos de mi adolescencia cuando descubrí el placer que produce leer, cuando me di cuenta de la gran cantidad de historias y de aventuras que se pueden vivir a través de las páginas de un libro.



4 comentarios:

Luna Azul dijo...

Ayyy y yo sin empezarla todavía. La compré la víspera de Sant Jordi junto con otro libro y todavía no he empezado ninguno de los dos.
Y es que no sé de donde sacar el tiempo.
Muxu bat

Enrique Sabaté dijo...

Lo vi el otro día en las estanterías de una libreria y me llamó la atención, a ver si lo empiezo también yo.


Saludos.

Anónimo dijo...

Este libro es realmente espectacular.
UN DIEZ LE DOY.

tiene unos toques caóticos que no te dejan indiferente.
leedlo es bestial

Diana Asbelle dijo...

Este libro es de los mas hermosos que he leído... simplemente es difícil de describir como me sentí la primera vez lo que lo leí; Lamentablemente le perdí y ahora siento que debo tener otro ejemplar en mis manos.

Es un libro maravilloso.