Estos días se ha celebrado en Madrid el 10º. Congreso Internacional Mundos de Mujeres, Women’s Worlds, 2008, y hoy El País se hacía eco de ello a través de un artículo titulado “
El hombre nuevo tarda en llegar”. Llevo una larga temporada en la que no estoy publicando nada de lo que escribo, tal vez porque uno de los temas que más me preocupa en los últimos tiempos está relacionado con este polémico asunto de la guerra de sexos y no tengo ganas de pelearme con nadie por las opiniones personales que pueda verter al respecto, aunque tengo que reconocer que las peleas son frecuentes en la vida real ya que es un tema que no deja indiferente a casi nadie y suele levantar dolorosas ampollas entre los representantes de ambos sexos ya que todo/as nos apasionamos cuando se menciona. Así es que, puesto que ya estoy empezando a acostumbrarme a debatir sobre ello, ¿qué más da abrir un nuevo frente de diálogo a través de las páginas de este blog?
En el artículo que sirve de base a este comentario se menciona un nuevo término que probablemente pasará a la historia:
posmachismo, una palabra que todavía no está en el diccionario y que, sin embargo, creo que refleja perfectamente el momento histórico que estamos viviendo en las relaciones entre hombres y mujeres. Tradicionalmente hemos estado inmersos en un machismo indiscutible en que el hombre era el rey de la creación y la mujer su más humilde esclava sin otro objetivo en la vida que servirle a él y a su prole. Las mujeres, hartas de esta desigualdad, empezaron un día, no muy lejano, a defender sus derechos y apareció el movimiento feminista que se enfrentaba de raíz a ese machismo; la forma en que el feminismo inició su lucha tal vez no fue la más adecuada, pero sí que dio lugar a un cambio radical en la forma en que las mujeres empezamos a comportarnos y nos permitió empezar a sentirnos individuos de pleno derecho en todos los ámbitos de nuestra vida.
Actualmente, cuando la mujer se ha incorporado al mercado laboral (aunque no exista todavía equiparación con el hombre), cuando el uso de los métodos de control de natalidad permiten decidir el número de hijos y el tiempo que se va a dedicar a ellos, cuando existe la posibilidad de romper el vínculo del matrimonio si las relaciones entre ambos miembros de la pareja no funcionan, cuando etc., etc.… nos encontramos con que la lucha es, si cabe más encarnizada, y existe una brecha que parece imposible de superar entre hombres y mujeres, todos desconfiamos de todos y las relaciones interpersonales parece que llevan camino de ser inviables condenándonos a la soledad más absoluta y a la violencia de género en los casos más extremos. El enfrentamiento, la rivalidad, la desconfianza, la agresividad se han convertido en las únicas herramientas de relación entre ambos sexos y el afecto, el diálogo, la cooperación, la empatía parecen más utopías que realidades.
Evidentemente, resulta muy difícil generalizar cuando cada individuo, pertenezca al sexo que pertenezca, presenta unos rasgos que le son propios y le diferencian del resto de los seres humanos. El mundo de las ideas, de las formas de entender la vida y de manifestarlas es demasiado amplio y complejo para poder establecer, tan solo, dos estereotipos: el masculino y el femenino. Eso no impide, sin embargo, poder realizar ciertas agrupaciones que nos permitan aclarar un poco el panorama. En mi limitada apreciación personal, basada en la observación de las experiencias que me son próximas, sólo puedo decir que hay un grupo bastante amplio de personas que presentan una serie de características comunes. La primera observación es, sin duda, que ni ellos ni nosotras nos entendemos. La segunda es que tanto ellos como nosotras solemos desarrollar comportamientos más cercanos al sexismo, de cualquier clase, y por tanto, a la diferenciación, que a la tendencia a la igualdad y al acercamiento de posturas. Observo, también, que en muchos casos, tanto hombres como mujeres nos empeñamos en mantener comportamientos desfasados y obsoletos que parecen más próximos a esa nueva manera de entender el machismo y para la cual el término posmachismo sería tan idóneo. Observo que los poderes públicos en algunos casos han propiciado el desencuentro legislando de una manera poco equitativa que ha creado injusticias comparativas en el trato a los hombres y las mujeres.
Los hombres y las mujeres nacemos diferentes y nunca podremos ser idénticos -a menos que la ciencia avance en el sentido de eliminar los rasgos genéticos y morfológicos que nos caracterizan, algo que por ahora es ciencia ficción-, así pues, pretender una igualdad absoluta es impensable, la igualdad a la que se debería tender es la de los derechos, los deberes y las oportunidades. Y para conseguirla, es preciso que existan cambios radicales en la cultura y en la educación de esta sociedad de la que todos formamos parte. El paso del tiempo seguirá llevando adelante esta evolución, pero debemos ser conscientes que el resultado de la misma será el producto de lo que cada uno de nosotros hagamos actualmente, somos responsables del mismo y no nos podemos abstraer de esa responsabilidad. Adoptar posturas extremas sólo nos llevará a crear dos mundos separados, el de los hombres y el de las mujeres.
Las mujeres en poco tiempo hemos cambiado mucho y no siempre lo hemos hecho bien. Los hombres, mientras tanto, han tenido que ir adaptándose a los cambios de las mujeres, con la subsiguiente resistencia que cualquier cambio genera en el ser humano. Ambos sexos hemos evolucionado a un ritmo diferente y ésa es la causa del actual desencuentro. Es preciso que aparezca un nuevo hombre, pero también que las mujeres nos bajemos un poco de ese pedestal en el que nos hemos subido, no somos perfectas y no lo hacemos todo bien. Hombres y mujeres deberíamos abandonar las actitudes sexistas y subir un escalón en la forma de entender las relaciones entre ambos, no hay que olvidar que, por encima de nuestras diferencias genéticas y fisiológicas, pertenecemos a una misma especie y nos necesitamos los unos a los otros, y no sólo para reproducirnos como seres vivos, por lo que deberíamos de ser, por encima de todo, personas.
Acabo de pasar revista a todo lo que llevo escrito y me doy cuenta de que, pese a la extensión que está alcanzando el texto, son muchas las ideas que todavía no he sacado a la luz. Me temo que acabo de abrir una nueva caja de Pandora y me doy cuenta de que éste no es sino el principio de una serie de escritos relacionados con el mismo tema y que, indudablemente, necesitaré tiempo para ir exponiendo todas y cada una de las ideas elaboradas al respecto. Así es que, hoy por hoy, sólo puedo decir que continuará…