"No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando. Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo. " (Oscar Wilde)



miércoles, 28 de febrero de 2007

Instrumentos desafinados


Vallejo-Nájera en su novela “Concierto para instrumentos desafinados” nos relata una serie de pequeñas historias sobre anónimos personajes ingresados en un hospital psiquiátrico que inspiran ternura y que nos hacen reflexionar, entre otras cosas, sobre los sentimientos de esas mentes “trastornadas” que no entendemos. Esos instrumentos desafinados logran componer en su conjunto un bello concierto lleno de humanidad.

Pero hay otros instrumentos desafinados en el mundo, personajes que no están recluidos en ningún centro psiquiátrico sino que, por el contrario, han llegado al puesto más alto que se puede alcanzar en un país, personajes que con su carisma consiguen el apoyo de cientos de miles de seguidores para los que se convierten en dioses y que son capaces de sembrar el terror y asesinar a todo aquel que se atreva a llevarles la contraria o a quien ellos, en su propia paranoia, creen que lo hacen. Me refiero a los dictadores y otros líderes sociales.

Y no puedo dejar de pensar en la paradoja… en ambos casos se trata de instrumentos desafinados y sin embargo la sociedad actúa de manera totalmente opuesta frente a ellos. A los primeros se les recluye en aras de la seguridad, a los segundos se les encumbra…

El domingo estuve viendo la película “El último rey de Escocia”, un relato crudo y descarnado del dictador ugandés Idi Amin. Son muchas las reflexiones que me ha generado está película, pero, sin duda, está es la más impactante.